domingo, 8 de febrero de 2015

LA DIRECCION DE LOS CAMBIOS

La dirección de los cambios en el uso del tiempo como medio de orientación tanto en el nivel social como en el nivel físico del universo, y la dirección de los cambios en su uso como medio de reglamentar la conducta humana. En dos palabras: es diferente la regulación del tiempo necesaria para vivir en comunidad relativamente indiferenciada y autónoma de cazadores o agricultores con doscientas personas como máximo de la que se requiere en una gran comunidad de muchos miles o incluso de millones de personas. En el primer caso, todo lo que la comunidad necesita son unas cuantas señales puntuales e intermitentes del paso del tiempo, tales como la salida del sol por las mañanas, la puesta del sol por las tardes o la llegada de la visible luna nueva. En el segundo, los miembros de la comunidad requieren para orientarse y regular la conducta artilugios que midan el tiempo minuto a minuto. Viven entre medidores del tiempo de fácil alcance que regulan su conducta día y noche. Para ellos, lejos está el tiempo en que a una persona bien regulada le bastaba oír el repicar de las horas en el reloj de la torre de una iglesia. Estos testimonios demuestran los cambios de largo alcance ocurridos en las pautas sociales de conducta y de maneras de sentir, del tipo y en la dirección de los conceptualizados aquí como procesos de civilización. Desde el punto de vista histórico el ocio se ha asociado con el estilo de vida de la aristrocacia, mientras que el resto de la población no podía disfrutar de él porque tenía que trabajar para subsistir. De hecho, y según el protestantismo, el objeto de la vida es glorificar a Dios por medio del trabajo. Paradójicamente, el crecimiento económico se ha explicado en parte como resultado de una mayor aceptación del protestantismo, y hoy es justamente En estos países donde la gente dispone de más tiempo libre para el ocio al ser más ricos y tener mayores ingresos. En la realidad social, sin embargo, oportunidades de ocio y recreación han pasado a formar parte de la vida en todas las sociedades. Han variado de acuerdo con las condiciones climáticas y la naturaleza circundante, y han ido progresando a medida que se han producido mejoras tecnológicas y se ha logrado un mayor control sobre el medio ambiente. El estudio de estas diferencias, tanto en el seno de las sociedades como en las relaciones de unas con otras, ha dado lugar a una extensa bibliografía. El ocio, según parece, no es una pérdida de tiempo sino una actividad recreativa. De igual modo, el trabajo ya no se define tan sólo como una actividad, sino como una modificación del mundo físico y mental a través de un esfuerzo, y sólo se considera como trabajo sino constituye un motivo de recreación para la persona. En la última instancia, la diferencia entre trabajo y ocio radica en el significado que demos al concepto de recreación. La pérdida de tiempo, tal como Marx y de Tocqueville señalaron desde puntos de vista muy diferentes, es típicamente es un fenómeno colectivo que surge como consecuencias de fallos del mercado. Ciclos de prosperidad y recesión o, fluctuaciones de la actividad económica de veinte años o más, pueden hundir o fomentar la prosperidad de una comunidad. La productividad está ligada a la especialización en la división del trabajo, pero de igual modo, expone a la zona o región especializada a las vicisitudes de las fluctuaciones en la oferta y la demanda. Así, por ejemplo, Europa parece estar padeciendo una alta tasa de desempleo al final del siglo xx, debido no sólo a estos factores, sino también al desajuste entre las demandas del mercado de trabajo y las aptitudes de los trabajadores. Como resultado, se produce una desocupación forzosa allí donde la meta de la innovación para reducir las necesidades de trabajo ha sido ofrecer más ocio. En la edad media y a principios de la edad moderna las autoridades desaprobaban los pasatiempos. A sus ojos, constituían una pérdida de tiempo así como una amenaza para la paz, y deseaban encauzar las energías del pueblo por canales que ellos consideraban más provechosos. Querían que la gente se entrenase en el uso de las armas militares en lugar de entregarse a los juegos salvajes. Pero, al parecer, el pueblo, ya entonces, prefería sus juegos a los ejercicios militares. A los sheriffes de Londres se les dio la orden de proclamar que todo varón con plenas facultades físicas de la mencionada ciudad, los días festivos en que esté ocioso utilice en sus deportes arcos y flechas o perdigones y proyectiles... prohibiéndoles bajo pena de encarcelamiento mezclarse en el lanzamiento de piedras, palos y tejos, balonmano, balonpié u otros juegos vanos sin valor, pues los habitantes del reino, nobles y sencillos, solían en otro tiempo practicar el mencionado arte en sus deportes, y con la ayuda de Dios ganaban honor para el reino y ventaja para el rey en sus acciones de guerra; pero ahora el dicho arte está casi completamente en desuso y el pueblo se ocupa en los juegos deshonestos, derrochadores o vanos. El tira y afloja con las autoridades a propósito de estos pasatiempos continuó con breves interrupciones durante siglos. Las razones de la autoridad para oponerse a estos deportes varían. El peligro que representaban para el orden público y el hecho de que competían con el entrenamiento militar en el tiro con arco son algunas de las más destacadas. Ha habido también una reestructuración generalizada de la división del trabajo en las sociedades industriales avanzadas. Las mujeres han entrado en el mercado del trabajo de forma masiva, empleadas tanto a tiempo parcial como a tiempo completo. Hace cincuenta años, las mujeres con niños pequeños estaban virtualmente confinadas en la economía doméstica. Hoy la mayoría de las mujeres trabaja fuera de casa y, por lo tanto, su tiempo para el ocio ha disminuido. De igual manera, los niños emplean más tiempo en el proceso educativo, permanecen en él hasta una edad más avanzada, juegan menos y se emplean en un trabajo remunerado con menos frecuencia. De cualquier manera, la tendencia actual apuesta por menos trabajo y más ocio y tiempo libre. Las horas de trabajo, diarias, semanales, anuales, así como vitales (a lo largo de la vida), se han visto paulatinamente reducidas, en especial para los hombres y, en particular para los menos cualificados. La edad tradicional de jubilación de sesenta y cinco años se anticipa e iguala con frecuencia entre los sexos, mientras que la esperanza de vida es mayor por lo que el mundo del ocio nos atrae cada vez más. Como consecuencia, surgen multitud de programas de estadios, complejos deportivos, centros de ocio y ciudades universitarias; el ocio se ha convertido en una industria giganesca que, paradójicamente, ocupa a un número creciente de personal laboral. La televisión se acerca a niveles de saturación y el turismo o los viajes al extranjero se han generalizado. Distinciones tradicionales de sexo y edad pierden progresivamente su sentido en este contexto. La gente puede divertirse en oficinas y fábricas, del mismo modo que con el trabajo realizado desde su propia vivienda. TEORÍA CRÍTICA DEL TIEMPO LIBRE. En el estado de aletargamiento culmina un momento decisivo del tiempo libre bajo las condiciones actuales: el hastío (...) El hastío es una función de la vida bajo la coacción del trabajo y bajo la rigurosa división de éste. No debería existir. Siempre que la conducta en el tiempo libre es verdaderamente autónoma, determinada desde sí misma por hombres libres, es difícil que se instale el hastío, así como allí donde ellos persiguen su anhelo de felicidad sin renunciamientos, o donde su actividad en el tiempo libre es racional en sí misma como un en sí pleno de sentido. Esta no necesita ser ni chata ni estúpida; se la puede disfrutar beatíficamente como dispensa de los autocontroles. Si los hombres pudiesen disponer de sí mismos y sus vidas, si no estuvieran uncidos a la rutina, no deberían aburrirse. Hastío es el reflejo de la grisura objetiva. (...) En estrecha relación con el hastío se halla el sentimiento, justificado o neurótico, de impotencia: hastío es desesperación objetiva: pero, a la par, también expresión de deformaciones que la constitución global de la sociedad inflige a los hombres. Se sospecha de ella o bien como curiosidad sexual y deseo de cosas prohibidas, o bien como espíritu de una ciencia que no es ya espíritu. Quien quiera adaptarse debe renunciar cada vez más a la fantasía. La mayoría de los hombres no puede siquiera cultivarla, atrofiada como está por alguna experiencia de la primera infancia. La incapacidad para la fantasía, inculcada y recomendada por la sociedad, los deja desamparados en el tiempo libre. La desvergonzada pregunta: ¿qué puede hacer el pueblo con el mucho tiempo libre que hoy dispone? (como si se tratase de una limosna y no de un derecho humano), se funda en el mismo principio. El que retaceado de antemano cuanto pudiese hacerles grato el estado de libertad. Tanto les fue negado y denigrado este que ya no son capaces de disfrutarlo. Tal es la razón última de que los hombres sigan encadenados al trabajo y al sistema que los adiestra para él, en los momentos en que, en gran medida, este ya no necesitaría de ese trabajo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario